La vid es una planta leñosa que por lo general goza de una vida muy larga, por lo tanto es fácil encontrarse con vides centenarias.
Esta planta tiene un largo período juvenil que oscila entre los 3 y 5 años, durante los cuales no es capaz de producir flores. Por lo general, las yemas que se forman durante un año no se abren hasta el año siguiente.
Como curiosidad, la vid tiene un aparato radicular que se hace imponente con los años, pero se desarrolla y explora el terreno con menos minuciosidad que el de una hierba.
Este arbusto constituido por raíces, tronco, sarmientos, hojas, flores y fruto, tiene en sus hojas, con sus múltiples funciones, uno de sus órganos más importantes. Las hojas son las encargadas de transformar la sabia bruta en elaborada, son las ejecutoras de las funciones vitales de la planta: transpiración, respiración y fotosíntesis. Es en ellas dónde a partir del oxígeno y el agua, se forman las moléculas de los ácidos, azúcares, etc. que se van a acumular en el grano de la uva condicionando su sabor.
Sobre el mes de marzo, al comienzo de la época calurosa, la savia se pone en movimiento y se produce el denominado “lloro”, gotas de savia como síntoma de la inminente brotación. El fruto surge muy verde, pues está saturado de clorofila, y a partir de aquí toda la planta empieza a ejercer servidumbre a favor del fruto que poco a poco irá creciendo.
Sin madurar, este contiene una gran carga de ácidos tartáricos, málicos y, en menor medida, cítricos. El contenido de estas sustancias dependerá en gran medida del tipo de variedad, la luz, temperatura y humedad del lugar y como consecuencia de todo ello… la conformación de los ácidos orgánicos.
Pocos meses después se produce el “envero”, momento en el que la uva cambia de color. Del verde al amarillo si la variedad es blanca y al rojo claro, y luego al oscuro, si es tinta.
Durante la maduración de la uva, los ácidos van cediendo terreno a los azúcares. Por una parte procedentes de la actividad ejercida por las hojas, merced al proceso de fotosíntesis. Y por otra como consecuencia de sus troncos de la cepa ya que actúan como acumuladores de azúcares. Por ello, las vides viejas son capaces de proporcionar un fruto más regular y una calidad más constante.
Si utilizamos la uva para hacer vino, debemos tener en cuenta el grano como conjunto de tres partes que influyen en el aporte de características. Se trata de la piel, la pulpa y las pepitas.
La piel contiene la mayor parte de los componentes colorantes y aromáticos de los vinos. La pulpa contiene los principales componentes del mosto (agua y azúcares) que después, mediante la fermentación se transformarán en vino. Y las pepitas o semillas, que proporcionan taninos al vino.
En breve ampliaremos la información